27 julho 2006

La belleza y la política

By Humberto Caspa
Especial Diario La Estrella

El desplome de Zuleyka Rivera, a pocos minutos después de coronarse como la mujer más bella del universo, resonó en todos los medios de comunicación amarillistas, incluyendo en algunos periódicos objetivos y revistas de tipo académicas. Para los periódicos sensacionalistas, el cuento fue si Rivera se había privado de sus raciones diarias de comida; en tanto que en las revistas formales el tema se tornó en una cuestión de política.

¿Existe alguna relación entre la política y la belleza? De acuerdo Naomi Wolf, una connotada escritora en temas de la mujer y género, sí la hay. En su obra clásica, El mito de la belleza, Wolf sostiene que la belleza de la mujer tiene características similares al patrón circulante de la economía. Es decir, a los dos los determina la política.

Mientras el hombre siga siendo estructuralmente dueño del mundo de la política, no porque existen más personas del sexo masculino en el Congreso o en la Casa Blanca sino porque el sistema político opera para reivindicar sus derechos e intereses, la belleza de la mujer continuará siendo un mito, un mensaje contraproducente. "Hoy, en la modernidad, la belleza es el último peldaño, tal vez es el mecanismo más apto para que el mundo de los hombres tenga dominada a la mujer", sintetiza Wolf.

El rostro infantil de Zuleyka Rivera, la figura esbelta de su cuerpo -aunque exageradamente delgada-- son, de acuerdo a las premisas de Wolf, el prototipo moderno de una mujer bella de la actualidad. Las características de este modelo de belleza son estándares que pocas mujeres, tal vez nadie, puede alcanzar sin la ayuda de métodos artificiales y procedimientos de belleza estética (arreglos de nariz, busto, liposucción, aumento de glúteos, etc.).

Sin embargo, ese modelo se ha convertido en la meta universal de una mayoría de mujeres en los países desarrollados y en desarrollo. A muchas chicas adolescentes norteamericanas no les interesa ser como Hillary Clinton o Condeleezza Rice, tampoco les importa poseer el porte de una mujer proporcionada como la estrella del balompié Mia Hamm, sino que la mayoría tiene en mente la figura, casi esquelética, de modelos que caminan en las pasarelas de Nueva York y París.

Esas imágenes artificiales no sólo son reproducidas por revistas populares, sino que esas compañías se encargan de crear el mito de belleza. Es decir, los diseñadores gráficos le dan un tono exagerado a la belleza de la mujer con programas computarizados. Hacen que esa imagen refleje una realidad ficticia, artificial, pero paradójicamente real.

Así, un porcentaje significativo de la población femenina busca el camino de la belleza como un fin en si mismo. De los millones que inician la carrera contra el tiempo, sólo unas cuantas como Zuleyka Rivera logran cruzar la meta en forma triunfante. Empero, las consecuencias de esta competencia surreal es fatídica, llena de hambre y magulladuras en el cuerpo. No es una contienda normal, tiene un proceso quimérico.

El proceso consiste en procedimientos quirúrgicos innecesarios. Los trabajos de liposucción por cuestiones de belleza y no de salud son tan populares como ayer lo fueron las películas de Cantinflas. Unos años atrás, una conocida artista mexicana tuvo que ser internada en un hospital de urgencia para recuperarse de un procedimiento inadecuado de liposucción. Aparentemente, sus representantes le exigieron rebajar de peso para sus futuros compromisos en el medio artístico.

Sin embargo, el problema de la belleza no se detiene en los salones de cosmetología. Muchas mujeres claudican en dos enfermedades sicológicas, que también son producto de un desbalance social entre el mundo del hombre y de la mujer: la bulimia y la anorexia. Diez años atrás se estimaba que más de 150,000 mujeres estadounidenses padecen de anorexia, y una de cada cinco estudiantes universitarias sufrían de síntomas de esta enfermedad. Hoy esos indicadores han aumentado drásticamente.

Así, la belleza no es tan bonita como la pinta Donald Trump, dueño de la empresa que se encarga de auspiciar el concurso de Miss Universo. Claro que a él le llueven los billetes de dólares. Se estima que alrededor de 600 millones de personas ven el concurso de Miss Universo en 170 países. Sin embargo, este concurso es una de las piedras angulares que fortifica el mito de una belleza artificial.

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