31 maio 2007

Café expresso

Por Norma Borges

Miss USA, Rachel Smith, sufrió una caída cuando desfilaba con su traje de gala durante el certamen de Miss Universe.

Auch, auch, auch... Cómo dolió la caída de la Miss USA, Rachel Smith, el lunes en la noche, justo cuando emprendía la ruta final sobre la pasarela más importante - ¿y más aceitada?- de la historia del Miss Universe.
¡Ay Dios! Diiiiito. Lo cierto es que ese resbalón nos vino a salvar una noche que prometía sosera con la eliminación de la boricua de la cartelera final. Acá sonó. Cayó como guanábana, sólida y perfumada. Sin que suene cruel, valió la pena el espectáculo.
En fin, que esa noche gritamos al unísono en la sala de mi casa. La algarabía alertó al vecindario: “Elba... que se cayó Miss USA”. Y los comentarios no se hicieron esperar. “Eso va a estar en YouTube ya mismo”, dijo Diego. “Bueno, lo que importa es cómo se levantó, como un resorte, ¡qué elegancia!”, comentó María, quien no hacía un minuto me preguntaba si en la historia de este certamen se había caído alguna chica. “Hija, nunca que recuerde. Pero el día que pase me muero”, contesté confiada.
Y cataplún, cayó la Miss.
“Eso es una premonición”, dijo Agatha, la bruja del grupo. Y tal vez tenga razón, por aquello del muro que se está levantando en la frontera, separando pueblos vecinos.
“Para mí que le pusieron algo a los zapatos. Es la venganza de Moctezuma”. “Qué va, si hubo otras dos que también resbalaron. Nada personal, no puede ser”.
Premonición o no, lo cierto es que la chica se ganó con creces su elección como cuarta finalista. ¡Es la primera que se desploma en lo que va de siglo! Bueno, tendríamos que investigar, pero que recuerde, la que no fallaba resbalando en estos certámenes locales era nuestra querida Anna Santisteban. Hacía malabares, forcejeaba con el equilibrio, se agarraba de lo que encontraba, siempre conservando el caché. Nunca la vimos en el piso... al menos por televisión.
Pero ésta no. La Rachel no pudo controlar las tacas, pisó la cola de su traje negro -bellísimo, por cierto- y se configuró la pesadilla.
La maldad de todo es que la pobre no pudo hacer otra cosa que seguir adelante. Dice que la adrenalina hizo su trabajo, la levantó en un pestañeo y aquí no pasó nada, dijo. Siguió, hermosa y sonriente, como toda una reina. La estaban observando sólo unos cuantos millones de telespectadores que, seguramente, aguantaron -como yo- la respiración hasta ver cómo salía del aprieto.
A mí me recogen en mapo, me arrastro hasta llegar al borde del escenario y por ahí sigo hasta el aeropuerto del DF con todo y traje de gala. Porque la verdad es que eso de caerse en semejante situación no es como irse de boca en el Paseo De Diego, o en el vestíbulo del Centro de Bellas Artes.
Me pasó en una ocasión, y lo primero que vi fue cómo mis colegas me abandonaron sonriendo. Nada serio. Giré el cuello como periscopio y creo que nadie me vio. Me levanté, me sacudí y seguí cojeando. Sin presiones.
Pero Rachel se cayó en grande. Justo en el campo de batalla -donde las bellas se baten a muerte- y salió airosa ganándose la admiración del público.
Lo menos que se merecía la chica era llegar a donde llegó. Claro que sí.
A fin de cuentas, nadie va a recordar a la ganadora Riyo Mori, la japonesa... Sino a la valiente Raquelita que literalmente se “escocotó” y se levantó con la gracia de una gacela. Eso se los aseguro.
nborges@elnuevodia.com

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