Este malagueño pasará a la historia como el primer Mister Mundo español. Juan García Postigo, de 26 años, fue 'coronado' el hombre más bello del planeta el pasado 31 de marzo, en China, justo un año después de que ganara el título de Mister España. Pero, a pesar de eso, de su 1,91 de estatura y de sus risueños ojos claros, este sumiller está solo y, por lo que cuenta, sin apenas tiempo para enamorarse.
-¿Qué ha hecho para ganar?
-De todo, incluso pruebas físicas. Un día subimos una montaña. Era 'superalta' porque pasamos las nubes... Tardamos en escalarla casi dos horas. Yo llegué a la cima entre los cinco primeros. Empezamos corriendo, seguimos trotando y acabamos andando. Al final aquello era como una escalera de bomberos.
-¿Su paladar de sumiller ha sufrido mucho en China?
-No, porque allí no bebía vino en las comidas, sólo agua y zumos. Y la cocina era internacional. Sólo un día y medio estuve un poco malo de la tripa. Me dieron una pastilla y se me pasó.
-Habrá adelgazado.
-En las tres semanas que duró el concurso bajé unos dos kilos.
-¿Tres semanas, dice?
-Veinticuatro días para ser exactos. Casi mejor, porque así te da tiempo a conocer a los chicos.
-¿A conocerlos o a aborrecerlos?
-De eso nada. Había muy buen rollo. Muchos querían ganar, pero todos nos ayudamos.
-¿Ni una zancadilla?
-Cuando gané, los que me querían vinieron a mi habitación a darme la enhorabuena. En la foto de mi elección se me ve rodeado de chicos, todos sonriendo.
-¿Con quién hizo más amistad?
-Con los de Puerto Rico y Chile. Por el idioma y porque coincidíamos tanto en el trabajo de modelos como en la forma de pensar. Pero podría citar a diez más. Soy muy abierto y de llevarme bien con todos. Ahora mismo no recuerdo a nadie con el que yo me lleve mal. Y allí, con todos, genial.
Vino chino
-¿Qué más pruebas hubo?
-Una de talento. Cada uno podía hacer lo que mejor sabía. De 58 concursantes, creo que sólo 21 hicimos algo. Cantaron, bailaron, tocaron el piano; uno pintó, otro hizo un baile ritual de su país... Yo, como sumiller, hice una decantación de vino y gustó mucho.
-¿De vino chino?
-Sí, uno que compré en un supermercado de allí. Pero no se probaba, era sólo una demostración. Afortunadamente, porque aquello era... Pero vamos, que venía en botella, con su corcho y todo.
-Imagino que no decantó un tetrabrick...
-No, pero era un vino similar a uno de mesa de aquí. Hice una introducción en inglés y luego un compañero de Curaçao fue explicando lo que iba haciendo. Es que con las dos manos ocupadas no podía sujetar el micrófono.
-¿Qué arte!
-Para que vea que había buen rollo. Ese chico se prestó a echarme una mano. Yo le expliqué bien cómo era el ritual. Y luego puse de fondo una canción de Niña Pastori.
-¿Y la belleza, qué?
-Hicimos tres pases. Uno en ropa de tu país. Yo podría haber ido de torero si hubiera querido.
-¿Y no quiso?
-No, porque habría dado mucho el cante. Fui moderno, sin más. Luego, hubo otro pase en el que íbamos con unas camisas floreadas que son típicas de aquella zona. Aquí nunca te las pondrías, pero allí quedaban bien. Salimos con la camisa abierta para que nos vieran un poco el pecho.
-¿Depilado?
-Sí, porque en cámara queda mucho mejor. Yo la depilación me la hago sólo cuando tengo trabajo. La cera duele, pero luego me aguanta dos meses y merece la pena. De todas formas, soy de poco vello.
Aprovechar el tirón
-¿No desfiló en bañador?
-Dijeron que no hacía falta. Desfilamos en traje. A los cinco finalistas nos dieron la oportunidad de decir algo. Yo dije que les quería a todos. Di las gracias a los hoteles que nos habían acogido, también a la organización del certamen. Y luego dije muchas gracias en chino.
-¿Se siente el tío más guapo del mundo?
-Qué va. Yo no me veo como ésas que me dicen: 'Dios mío, es que no puedes ser más guapo'. Al espejo sólo me miro para cepillarme los dientes y afeitarme.
-¿Se las tiene que quitar de encima?
-Ni tengo novia ni tampoco tengo que quitármelas de encima, porque desde que llegué a Madrid no he parado.
-Una vez me dijo que le gustan las mujeres graciosas.
-Simpáticas y graciosas, es verdad.
-¿Y qué pasa, que sólo encuentra sosas?
-Qué va, pero conocer a una persona lleva tiempo. Y yo me he pasado todo el año viajando.
-¿Lo primero, el trabajo?
-Soy un chaval de 26 años y no voy a decir que no quiero chicas. Me gusta que me quieran, ir al cine con la novia, organizar una cena romántica... Lo normal. Pero el trabajo ahora mismo es lo primero. En Londres estaré alrededor de un año. Voy a aprender inglés bien y a aprovechar la oportunidad en televisión y moda internacional.
-Adiós a catar vinos...
-Bueno, mi título de sumiller está ahí. Lo tomaré como un recuerdo y, si algún día tengo que volver, lo haré.
-¿Se acordó mucho de su madre, a la que perdió hace cinco años?
-Me acordé. Y se lo dediqué a ella. Alguna manita me habrá echado desde donde esté.
Banderas, el ídolo
-¿Ha ganado más por simpático que por guapo?
-Yo diría que 'mitá y mitá'.
-Porque sólo con la cara no se come...
-Mi padre siempre me lo ha dicho: «Juan, que con la cara no se come».
-Pero ha llegado lejos con ella.
-Espero llegar aún más lejos con mi forma de ser. Yo cada día le digo a mi padre que siga confiando en mí, que no le voy a defraudar. Ni a él ni a mi familia.
-¿Ha ganado mucho dinero como Mister España?
-El contrato fijaba un mínimo de 30.000 euros y ya lo he superado. Pero he ganado más amigos. Y ahora, con Mister Mundo, me aseguran una cantidad mínima de 90.000 dólares. Por cierto, ponga que estoy enamorado de Málaga.
-Parece usted Banderas.
-Antonio Banderas es mi ídolo. Y me encantaría conocerle. Yo llevo también nueve años sacando un trono en Málaga, el del Jesús Nazareno del Perdón. Es el Cristo de la Nueva Esperanza de Nueva Málaga, que es mi barrio.
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